lunes, octubre 23, 2006

Tarkovski en Tarkovski

Para quienes estén familiarizados con el cine de Andrei Tarkovski y con su pelicula: "El Espejo" (Zerkalo), con su narración libre de tiempo y espacios, con sus acostumbrados planos donde el hombre se inserta en una naturaleza que trasunta divinidad (porque es todo poder inmanente y eterno), con las imágenes de solitaria melancolía y con las habituales reflexiones sobre la vida, la muerte y la naturaleza del hombre; decía, para quienes conozcan ésta poética de la imagen, habrá llamado su atención los poemas intercalados en algunos pasajes del film que son recitados con ese tono y esa urgencia del ruso en que pareciera que todo lo que se habla es vital y trascendente, pero al mismo tiempo íntimo en un fondo de un Preludio de Bach y con imágenes de la Segunda Guerra Mundial y con la voz en off de Inokento Smoktunovski Los poemas en cuestión son del padre del cineasta: Arseni Tarkovki.
Acá se los presento

Primer poema

"Los primeros encuentros"

Cada instante de nuestros encuentros

celebramos, como una presencia Divina,

solos en todo el mundo. Entrabas

más audaz y liviana que el ala de un ave;

por la escalera, como un delirio,

saltabas de a dos los escalones, y corrías

a través de las húmedas lilas, llevándome lejos,

a tus dominios, al otro lado del espejo.

Cuando llegó la noche, recibí la gracia,

las puertas del altar se abrieron,

y brilló en la oscuridad, en el espacio

la desnudez, y se inclinó lentamente,

y despertando, pronuncié: "'¡Benditas seas!",

y en seguida percibí la insolencia

de esta bendición. Dormías,

y para pintar tus párpados de aquel azul eterno

las lilas se inclinaron hacia ti desde la mesa.

Tus párpados azules ahora estaban

serenos, y tibias tus manos.

En el cristal se percibía el pulso de los ríos,

el humo de los cerros, el resplandor del mar,

y una esfera en la palma de la mano sostenías,

de cristal, y dormías en el trono,

y ¡oh Dios Santo! era mía solamente.

Al despertarte, había transformado

el común lenguaje cotidiano

y con renovada fuerza se colmó la garganta

de vocablos sonoros, y la palabra "tú", tan liviana,

quería decir "rey" ahora, revelando su nuevo significado.

De pronto, en el mundo todo ha cambiado,

hasta las cosas simples, como la jarra, la palangana,

cuando se erguía en medio de nosotros, cuidándonos,

el agua, dura y laminado.

Fuimos llevados hacia el más allá,

y se abrían ante nosotros, como por encanto,

las ciudades milagrosas, y nos invitaban a pasar,

la menta se extendía bajo nuestro pies,

las aves seguían nuestro camino,

los peces remontaban nuevos ríos,

y el cielo se abrió ante nuestros ojos...

Mientras seguía nuestra huellas el destino,

como el loco, armado de una naranja.

Segundo Poema

Te esperé ayer desde el alba,

se dieron cuenta de que ya no vendrás.

¿Te acuerdas qué tiempo tuvimos?

Fue una fiesta. Yo salí sin abrigo.

Llegaste hoy, y nos han preparado

un día singularmente sombrío,

la lluvia y una particular hora tardía.

Y corren las gotas por las ramas heladas

que ni las palabras podrían frenar,

ni secar siquiera un pañuelo.

Tercer poema

No creo en los presentimientos, tampoco me asustan las señales,

no huyo ni del veneno, ni de las calumnias.

La muerte no existe en el mundo, todos son inmortales,

todo es inmortal, no hay que temer a la muerte

ni a los diecisiete años, ni a los setenta.

Existe solamente la realidad y la luz.

No hay en este mundo ni oscuridad, ni muerte.

Estamos todos reunidos en la orilla del mar,

y soy de aquellos que recogen las redes,

cuando viene, en cardumen, la inmortalidad.

Sigan viviendo en la casa, y ella no se destruirá.

Convocaré a cualquiera de los siglos,

entrare en él, y construiré allí mi morada.

Por eso están conmigo sus hijos y sus mujeres comparte mi mesa,

pues, la mesa es una sola para el bisabuelo y para el nieto.

Lo venidero acontece ahora, y si yo levanto la mano,

quedarían cinco rayos de luz para todos ustedes.

Mis clavículas apuntalaron, como vigas, los días del pasado,

medí los años con cadenas del agrimensor, horade el tiempo,

como si fueses los Urales, y elegí el siglo según mi estatura.

Bajamos al sur y levantamos el polvo de las estepas...

El pasto alto se alborotó, bromeó el grillo, tocó las herraduras,

nos auguró el futuro con sus bigotes,

y me amenazó, como un monje, con la perdición segura.

Até mi destino con las correas a la silla de montar,

aún erguido en los estribos, cabalgo como un muchacho en los tiempos venideros;

me satisface mi inmortalidad, para que mi sangre corra de siglo en siglo..

Por un rincón seguro de dulce tibieza pagaría obstinado con mi vida,

si ella no fuera una aguja voladora, que me tira, como a un hilo, por todo el mundo.

Cuarto Poema

El hombre tiene un solo cuerpo,

como y una celda incomunicada,

el alma ya está harta

de esa envoltura apretada,

con los ojos y los oídos

de tamaño tan escueto,

con la piel -pura cicatriz-

que viste el esqueleto.

A través de la retina vuela,

hacia el manantial del cielo,

hacia el eje helado,

hacia la carroza de pájaro,

y oye desde las rejas

de su prisión viviente,

el parloteo de bosques y prados,

la trompeta de los siete mares.

Es un pecado tener el alma sin cuerpo,

es lo mismo que un cuerpo sin camisa,

como si no tuviera no obra, ni proyecto,

ningún designio, ni una sola línea.

Puros enigmas sin ninguna clave.

Pues, quien volvería hacia atrás,

después de haber bailado

donde nadie bailaría jamás.

Y sueño con un alma diferente,

vestida de otra manera,

que arde, recorriendo siempre

el camino entre la timidez y la espera,

como una llamada seca, sin reflejo,

que corre al ras del suelo

y como un recuerdo, nos deja

el ramo de lilas en la mesa.

Corre, niño; no te apiades

de Eurídice desdichada,

echa rodar por el mundo

tu aro de cobre con una vara,

mientras, apenas audible,

pero respondiendo a cada paso,

la tierra suena en los oídos

tan alegres y austera

viernes, octubre 13, 2006

El rescate de una oralidad estetizada


Fui el martes pasado al Foro Bicentenario Latinoamericano: La Construcción de las memorias nacionales, Mitos, tabúes y silencios de la historia. En realidad, lo hice empujado por la presencia de Marc Ferro, historiador francés que estuvo discutiendo en el Primer panel sobre la Politica de la Memoria, junto con Cristóbal Aljovín (Perú), Gustavo Rodríguez (Bolivia), Cheyre (así, a secas), todos ellos presentados por Eduardo Cavieres (que al lado de Ferro parecía tener menos carisma que un gendarme).

Era en el Centro Cultural Matucana 100. Nunca había ido al lugar, así que una vez finalizado el segundo panel a eso de las 6 de la tarde, me dediqué a explorar la sala que estaba abajo del auditorio principal y que me tenía intrigado ya que cada vez que iba al baño miraba una serie de sillas de cuero blanco dispuestas de forma azarosa en la sala. Ya liberado de las discusiones sobre historia, baje por décima vez al baño y decidí sentarme en una de ellas. Lo que ocurrió fue en un inicio intrigante terminando en lo cómplice. Poniendo mi oído hacia un lado pude distinguir como una voz me hablaba sobre su experiencia post-golpe militar del 73, específicamente las dificultades que encontró para conservar sus libros y como esa necesidad de retener se volvió peligrosa al punto ver como detenían amigos por andar por la calle, así campantemente, con un libro titulado: la revolución industrial. Por lo visto las estrechas mentes castrenses no distinguían conceptualizaciones, sólo importaba la carga simbolica de ciertas palabras: revolución, cambio social, pueblo, sociología, o todo aquello que sonara a solidaridad izquierdista o con la gente. Allá, en otra silla, los problemas de hacer desaparecer los libros que quedaran en stock de la editorial Quimantú.

Mas allá, una proyección de imágenes de milicos quemando quien sabe que tipo de libros inocuos y peligrosos al mismo tiempo demostraban y complementaban el objetivo de la instalación sonora de Lorena Zilleruelo.

La instalación en sí, nos invita a entrar en el mundo del secreto y de la sospecha rescatando la atmósfera de contínua y sigilosa persecución del pensamiento libre durante los días posteriores al Golpe.

Considerando la noción de pérdida como soporte, establece las relaciones entre visualidad y sonido, respecto a un espacio de intimidad e interactividad con el espectador. Traslada la oralidad testimonial desde un ámbito ajeno a las artes hacia un espacio estético que privilegia la dimensión vivencial del sujeto en la historia, lo cual tiende a relacionarse mas con el aspecto de la cotidianidad del que testimonia y no tanto con la dimensión heroica y de lucha abierta de otros sujetos. Al sentarse y escuchar estos testimonios la persona acoge al Otro y se hace parte del secreto y de la intimidad del accionar clandestino de la época. La especial posición de entrega y complicidad a la que se entrega uno, al ubicarse en una situación de desemparo y entrega sólo hacia el mensaje recibido, da cuenta de la dificultad de comunicación de ese tiempo y la posibilidad atemporal de ser liberados.

Pero existe una segunda lectura, de tono mas crítico, en la que deriva la instalación, y ella tiene que ver con la desaparición del carácter Oral de la memoria. Es decir, la imagen como transportadora de información y sensación, en detrimento de la palabra hablada, la desaparición de una parte importante de la memoria producto de la presión de los mass media, la forma y de la imitación en la vida moderna. En este sentido, la memoria aniquilada por el terror, infligido o sufrido, está ligada a su vez al asesinato del lenguaje, desencadenando a su vez, una pobreza en la comunicación de las ideas que, huelga decirlo, permite construir sociedad desde una postura crítica.