Una visión

Hoy compartí una película con mi sobrina. Si bien, dista bastante de ser un estreno, la impaciencia e insistencia por parte de ella me hizo arrendar Amelié. Accedí a verla simplemente porque me parece entretenida y también por la transformación e intervención que la protagonista puede ejercer sobre su entorno, sobre los seres que la rodean. Fantaseo con que esa posibilidad se concreté en cualquier momento, de hecho alguna vez fui un héroe anónimo, y no sé si esa categoría existe.
Pero dentro de toda esa fantasía de exactitudes una escena siempre me ha conmovido; y es que no se puede entrar en un mundo hasta que aquel muestra su carencia y uno satisface esas demandas invisibles para las personas. La escena en cuestión. Cuando Amelié toma del brazo a un anciano y lo ayuda a cruzar la calle señalando casi secretamente a su oído la descripción mas mínima del cotidiano entorno, aquellas cosas que el no ve y aparecen por la imagen dibujada ágilmente por ella. El descubrimiento, la sorpresa, la visión aparecen en el ciego que como una especie de milagro ahora no solo puede ver sino sentir y conmoverse por aquel ángel que el cree le ayudó, como se desprende al final de la escena.
Aquella necesaria sinestesia de todo ciego y de todo ser humano limitado en sus sentidos me conmovió. Recordé algunas películas que me han hecho derramar lagrimas, que no son tanto de pena como de satisfacción por constatar que la felicidad existe donde aparece la resiliencia, recordé “mi pie izquierdo” y la emoción que sentía al acompañar en su trayecto emotivo al protagonista. Y es que siempre me ha emocionado la capacidad del ser humano de superar las limitaciones que sufre él y su entorno, la potencial y manida realización está allí, quizás en un instante pero existe.
Como este Blog trata sobre la memoria (lo he descubierto), quise compartir este raconto emotivo que siempre me ha detenido a pensar y sentir de que manera puedo ser mas humano en la solidaridad y en la acción que pueda construir hacia los demás.