viernes, septiembre 08, 2006

Vida en Puerto Ibañez



El adagietto de la Quinta de Mahler-La Muerte en Venecia de Thomas Mann---> Unidos por Visconti en la Película del mismo Nombre. Si la Vieron o la leyeron sabrán de que hablo.
(
me encontré con una libreta de viaje. y siempre los viajes en un comienzo se inician como se inicia la vida, nunca se sabe el propósito. en una época de la vida se tiene la intención de partir. "pero lo verdaderos viajeros solo parten por partir, corazones a globos semejantes, a su fatalidad jamás ellos esquivan"-Baudelaire- Así partí yo a la patagonia.)

Lunes

Salí a caminar al atardecer. Si había un secreto que debía descubrir, ya lo hallé. Me había fijado en la complicidad de los niños expresadas en sus miradas y sus sonrisas.

Cuando salí de la casa, al frente en unos columpios, los niños reían y conversaban entre sí. Son hermosos. Recordé a Gabriel cuando dijo que se había enamorado de una niña de 10 años. Cuando su rostro desprende esa luz que nosotros perdemos con los años, justifica todo embelesamiento. Por un momento me sentí enamorado, como cayó Gustav al observar por primara vez a Tadzio.(Muerte en Venecia)

Salí a caminar por las calles vacías hacía la orilla del lago que se divisaba al final de calle principal en contrucción. Dos niños jugando, el mayor me saluda, la niña me observa curiosa e intrigada.

Llego a la orilla del lago que está muy tranquilo, susurrando en mi oído el golpear de pequeñas piedras en la ribera.

Parece un pueblo fantasma, pero la sensación recurrente de la presencia de niños en el aire se me hace grata. El pueblo adormecido por el humo que encienden los hogares parece agonizar junto con el día. Camino por la orilla hasta donde es posible. Pienso en que lugares sacar fotos. Pienso en los niños, pienso en sacarles fotos a ellos. Pienso que los niños de la casa podrían sacarme unas fotos, como manera de guardar sus miradas en etéreas en mi bolsillo y encadenarlas artificiosamente a mi alma. pero me aterra la percepción negativa de un acto que en otro lugar pueda traer sospechas condenatorias. ¿Quién era yo para quitarle los niños al pueblo?

En mi discman, la música siempre precisa, como soundtrack de una visión impresionista. A la distancia la nube quieta que se disipa imperceptiblemente, en mis ojos sus caras, en mi oído la música de Tortoise. Caminado escucho murmullos de niños que juegan, risas y gritos. Miro a mi alrededor y nadie habla.

Al final, el silencio acentúa sonidos de una música mil veces escuchada pero solo ahora sentida.

Y nunca he podido deshacerme de ésta foto, pienso entregarsela en sus manos y ver de nuevo sus ojos